Grandes directores malos: Henry Hathaway, el artesano prolífico



Inauguro sección dedicada, en cierto modo, a aquellos directores de cine cuyo talento nunca se correspondió con la calidad de sus películas. O tal vez si. Las cosas a menudo son complicadas y existen muchos puntos de vista distintos. Y empiezo a lo grande con Henry Hathaway, un director que tal vez no se corresponda con el título que he elegido, puesto que, en realidad Henry Hathaway si era un buen director.

Poseedor de una narrativa sencilla y eficaz, emparentada con la des los grandes clásicos como John Ford y Howard Hawks, Henry Hathaway tenía un sentido del ritmo envidiable, sabía perfectamente como tensar un relato, cuando poner la pizca de humor, cuando llegar al momento sentimental, y, si a la historia le convenía, era capaz hallazgos visuales y de grandes momentos de tensión.

Repasando su abultada filmografia, encontramos que dominaba no pocos géneros, y me veo casi en la obligación de cambiarle la etiqueta, pues, "El beso de la muerte" y la primera versión de "Valor de ley", son prácticamente clásicos, y tiene otros muy atractivos, como "Nevada Smith", "Los cuatro hijos de Katie Elder", "El correo del infierno", "Tres lanceros bengalíes", se le acercan mucho y son muy disfrutables.

¿Porque entonces este cineasta, que jamás ganó un oscar, permanece olvidado por la crítica y solo le recuerdan cuatro cinéfilos amigos del Garci que como mucho lo consideran "un buen artesano"?. Bueno, empecemos por decir que no hay nada malo en ser "un buen artesano", y que es mas de lo que se puede decir de la mayoría de los directores del Hollywood comercial actual. Henry Hathaway era mas un trabajador que un artista, se limitaba a hacer aquello por lo que se le pagaba con envidiable profesionalidad. Un crítico dijo de él que "cometía el pecado imperdonable de no trabajar siempre al cien por cien de sus posibilidades". O algo parecido. Independientemente de las palabras exactas, es cierto. Firmó algunos bodrios, hizo películas de propaganda, y era totalmente impersonal.

Era lo que llamaríamos un director de estudio. Normalmente no le importaban las historias que contaba ni sus personajes. Se limitaba a que la pareja protagonista saliera guapa, la peli tuviera sus momentos de emoción y sus momentos supuestamente conmovedores y pasaba a otra. Y el tema de los momentos "supuestamente conmovedores", le ha pasado factura a su cine. Lo que en su día podía ser conmovedor, hoy parece amanerado y lacrimógeno y, sobre todo, de un rancio ultraconservadurismo cristiano que quita el hipo. Eso hizo su cine tanl exitoso como perecedero. Era un cine hijo de su época, que a los paladares modernos les resulta ahora demasiado añejo, pero de innegable calidad, que a pesar de todo, legó algunos titulos memorables a la posteridad.

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