"La sombra de Ender" de Orson Scott Card

“Orson Scott Card me demostró que un escritor de CF podía ser un autor completo. A él le debo, sin la menor duda, que me empezara a preocupar porque mis personajes fueran algo más que meros actores y comenzaran a tener relieve y profundidad”

Orson Scott Card y yo

Son palabras de Rodolfo Martínez, en el prólogo de Jormungand: Tierra de nadie, le edición de NOVA. Orson Scott Card es un autor de antaño gran éxito y prestigio que ha sido muy importante para mucha gente, incluyéndome a mi mismo. “La saga de Worthing”, “Traición”, “El juego de Ender” y “La voz de los muertos” permanece muy vivos en mi recuerdo y es un recuerdo dorado. Prefiero no volver a visitarlos por temor a encontrarme una casa que ya no es la mía. En aquella época le consideraba uno de los autores más chiripitiflaúticos que ha habido y habrá. “Wyrms” me pareció un poco más flojo pero no estaba mal, “Maestro Cantor” se me hizo excesivamente trágico y melodramático y eché de menos elementos más fantásticos o espectaculares, pero me conmovió.

Las cosas empezaron a torcerse con “Ender el xenocida”, que aunque me pareció que tenía partes magníficas, juzgué que su anticlimático y desconcertante final la echaba a perder. Ingenuo de mí. “Hijos de la mente de Ender” si que tuvo un final anticlimático y, en su mayor parte, decepcionante. Pero al menos se había acabado.

“La saga del retorno”, me pareció una historia emocionante, muy agradable de leer, pero, básicamente, más de lo mismo, ya había perdido la capacidad de sorpresa, veía venir al autor. Una vez mas, el último volumen de la serie, fue el peor de todos, agravado por lo mucho que se hizo esperar (a mi al menos me costó mucho encontrarlo).

¿Y que decir de “Niños perdidos”? Un cuento de fantasmas de, digamos, unas treinta páginas, alargado a novela mediante la estrategia de contar la vida cotidiana de la familia protagonista, a modo de prologo, durante trescientas páginas. Hay a quien le gusta, concretamente, creo habérselo leído a Rodolfo Martínez, de nuevo, no sé donde, quien apreciaba el retrato de personajes de la familia y de la vida en una empresa de juegos de ordenador. A mí me aburrió mortalmente.

Peor aún, si siempre había apreciado el detalle y la sensibilidad con la que describía los sentimientos de sus personajes, de hecho era el principal atractivo de la prosa de Card, en “Nacidos en la tierra” y “Niños perdidos”, me cansaron, y me pareció que había caído en lo ñoño y sensiblero.

Con Orson Scott Card me pasa como con Frank Miller, tras años de ser su mayor fan y devorar todas sus obras, ahora evito todo lo que publica, porque me supone decepción tras decepción.

La sombra de Ender

El caso es que el inminente estreno de la adaptación cinematográfica de “El juego de Ender”, me ha animado a leer la novela que nos ocupa, sobre todo porque la maquinaria mediática que la acompaña dice que en la película se incluiría material de “La sombra de Ender”. Aparte de eso Miquel Barceló y el propio Card tienen esta novela en alta estima. Siempre que un grupo de frikis se detiene en Internet a debatir sobre “El juego de Ender”, alguien acaba diciendo que cree que es incluso mejor que la novela original. Recuerdo incluso haberle leído a Rodolfo Martínez algo así como que con “La sombra de Ender” había recuperado parte del nivel de antaño. (No me acuerdo bien de las palabras exactas, y ya le he citado tres veces, debe estar a punto de salir del monitor de mi PC para degollarme con un garfio)

Bien vayamos a mi opinión personal. Para los que no lo sepan, esta novela cuenta la historia de Bean, uno de los compañeros de Ender en la escuela de batalla, el más joven de todos y al que Ender trataba como los profesores le trataban a él. En su mayor parte es un remake de “El juego de Ender”, cuenta exactamente la misma historia, pero desde otro punto de vista. La cosa empieza bien, la historia de la supervivencia de Bean en las calles es dura y sin concesiones. Luego Bean va a la escuela de batalla y allí se acabó todo.

En el prólogo Card hablaba de que su reto era conseguir que la novela se sostuviera por si sola independientemente de la novela original. ¿Lo consigue? Yo creo que no.

Mi opinión, y subrayo que es mi opinión, es que “La sombra de Ender” solo tiene interés para los fanáticos de “El juego de Ender”. Su principal objetivo es responder a incógnitas que les han atormentado desde que se publicó, como ¿si había que ser tan inteligente para ingresar en la escuela de batalla, como es que todos los niños menos Ender parecen tan pardillos? ¿Cómo una amiga de Ender, supuestamente inteligente, pudo estar a punto de conseguir que lo mataran?, y pequeños detalles por el estilo.

El propio Bean no se libra del revisionismo. En esta novela resulta que es mucho más inteligente de lo que parecía en “El juego de Ender”, lo que vuelve difícil de comprender algunas de sus acciones, a pesar de las largas y pormenorizadas explicaciones que nos da Card.

Las explicaciones. Otro punto flaco de la novela. Decía Alberto Cairo en “Ese repelente niño Vicente” “Ender piensa a lo bruto, estruja los axones de sus neuronas hasta que escupen neuropéptidos a los cuatro vientos, pero siempre piensa lo mismo durante todo el libro, lo que resulta increíblemente agotador para cualquiera” No recuerdo que “El juego de Ender” me causara esa impresión, pero “La sombra de Ender” si me la ha causado. No es sólo que Bean se repita lo mismo a sí mismo una y otra vez, sino que tiene que analizarlo todo. Es como si cada capítulo se compusiera de dos partes: acción y análisis. Bean tiene una conversación., a continuación Bean reflexiona durante quince páginas sobre el significado de esa conversación. Se produce un altercado, Bean reflexiona durante veinte páginas sobre los motivos del altercado, las causas ocultas que se esconden tras las acciones de sus participantes y así. Card se esfuerza tanto en que el lector se meta en la piel de sus personajes y les comprenda perfectamente, que tiene que explicar hasta el menor de sus actos, con puntos y comas, repetirlo para que quede claro y concluir con un epígrafe.

Dicho esto, he de reconocer que ha habido algunas cosas que me han gustado. Por ejemplo, al contrario que Ender, la mentalidad de Bean es completamente civil. Curioso, puesto que termina la novela decidido a seguir la senda militar, pero es así. Bean se ríe o se toma con ironía los exagerados y cabezotas comportamientos militares y les rompe los esquemas a sus profesores, que, al revés que en el caso de Ender no son capaces de manipularle. Bean descubre por donde van los tiros, actúa a sabiendas y, aunque mas inteligente, no es un líder carismático. Por desgracia, aunque se acerca, no por ello Card consigue dotar de mayor humanidad y empatia a esta máquina de calcular con patas, al menos, no en la novela presente, aunque tal vez si lo haga en las secuelas.

En fin es una novela mas o menos agradable de leer, quizá en otro momento de mi vida me hubiera resultado mas emocionante, sin embargo, los momentos que supuestamente deberían resultarme mas intensos, el enfrentamiento con Aquiles, me resultaron rutinarios. Me ha producido una cierta sensación de perder el tiempo. Si no estuviera el nombre de Orson Scott Card en la portada, lo habría tomado por un fan-fiction escrito por alguno de sus fanáticos. Mejor que las secuelas y precuelas de Dune que han perpetrado Brian Herbert y Kevin J. Anderson, de una calidad similar a las novelas de Star Wars de Timothy Zahn e inferior a las de “Warhammer 40K” de Dan Abnett.

Si tenéis curiosidad, el artículo de Alberto Cairo sobre "El juego de Ender" puede encontrarse aquí Es un punto de vista tan respetable como cualquier otro y dice algunas verdades como puños, pero esta escrito de un modo que me resulta fatigosos y aburrido.

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