"La edad del vuelo" de Alberto Moreno Pérez (Espiral CF 53 (I) )
Como cuenta la contra portada,
esta novela transcurre en un futuro en el que el ser humano ha conseguido
volar, creando en torno a sus cuerpos superficies intangibles en forma de ala. Roberto
Van-Merr, es uno de esos hombre ala, un deportista de élite cuya avanzada edad
le hace rondar el retiro, cuya única pasión en la vida es volar, y de las
decisiones que tomará cuando se vea afrontada a abandonar el final de su vida
deportiva, aunque en realidad a Roberto Van-Merr nunca le importó la
competición en sí, en su caso era un medio para un fin, y el fin era volar.
Es complicado contar más del
argumento sin desvelar sus hitos principales. La contra portada también nos
avisa de que es ciencia ficción con elementos hard, lo que está de vicio para
los que amamos este tipo de ciencia ficción. Si la ciencia ficción hard
consiste en imaginar nuevas tecnologías y sus posibles aplicaciones, tendríamos
que decir que “La edad del vuelo” es un éxito incuestionable. Este tipo de
afirmaciones siempre resultan peligrosas, porque es imposible leérselo todo,
pero nunca hasta ahora, ya sea con implantes de alas, con antigravedad o
recurriendo a la magia, había visto descrito de un modo tan convincente la
experiencia de volar como en el capítulo 1 de esta novelita de apenas 160 páginas.
Alberto Moreno Pérez hace un gran
trabajo a la hora de desarrollar las consecuencias de esta tecnología, en particular,
su uso deportivo. Realmente, si fuera posible, ¿no sería precisamente esto en
lo primero que se emplearía? Tira del hilo de la idea, tejiendo el resto de las
consecuencias lógicas, los tipos de competición, las estrategias, la necesidad
de patrocinadores, publicidad y todas esas cosas. Se nota que ha habido un concienzudo
trabajo de investigación y documentación para hacer creíbles todos los
ambientes en que transcurre la acción, ya sean en nuestra atmósfera superior o
en otros planetas. El escenario ha sido preparado de un modo excelente.
Tal vez incluso demasiado bien.
Porque el capítulo 1 al que me referí antes, personalmente lo encontré
fascinante, pero la acción no avanza durante cerca de siete páginas y tampoco
pasa mucho en el resto. El capítulo 3 me resultó tenso y emocionante, pero
también farragoso. Cuando el autor habla de meteorología no le entiendo muy
bien, o no sabe explicarse, depende del punto de visto. En este y en otros capítulos,
me han resultado arduos algunos fragmentos sobre trayectorias o conceptos como “resistencia
elástica de la turbulencia laminar”.
Aunque no llega a los excesos de
los autores de space opera británicos,
en la segunda parte de la novela, se describen con demasiado detalle lugares o
edificios que no van a volver a salir, o que no tienen demasiada importancia,
otra vez exceso de caracterización de los ambientes. ¿Y en cuanto a los
personajes? Pues mayormente bien. Básicamente hay dos: Roberto Van-Merr y su
hijo Víctor. El punto de vista mayoritario es el de Roberto, pero aún así,
Moreno Pérez tira por el camino difícil, y en vez de recurrir a excesos de
introspección, deja que sus personajes se definan por sus actos y sus palabras.
Nada que objetar, es más, es como me gusta que se hagan las cosas y es difícil,
por que hay que ser sutil y mostrar las cosas en vez de explicarlas.
A Víctor sólo le conocemos a través
de su padre. Su modo de ser, como habla y se comprota me resulta creíble. A Roberto
le conocemos mejor, como ya dije toda la novela transcurre desde su punto de
vista. Puede resultar algo plano, puesto que su personalidad se resume en su
obsesión por el vuelo, dejando aparte todo lo demás. Aceptamos dicha obsesión como
un hecho, pero no llegamos a entender los porques: ¿Por qué está tan
obsesionado? ¿Por qué le resulta tan maravilloso? ¿Por qué renunció tan
abruptamente a su vida anterior? Falta, quizá, una mayor conexión emocional con
el personaje, que permita comprenderle mejor, aunque eso no signifique disculpar
sus defectos. Alberto Moreno opta también por evitar el sentimentalismo, cosa
que no puedo aplaudirle más. Me hecho a temblar al imaginar lo que podría ser
una adaptación al cine americano de la historia, con Víctor echándole en cara a
Roberto que nunca estaba cuando le necesitaba y se perdía todos sus partidos de
baseball. ¡Hurg!
El final carece de la emoción que
debería y resulta previsible, aunque esto último no me parece ningún defecto.
Es un final coherente con la personalidad de Roberto, preferible mil veces a
una sorpresa que no encaje con su modo de ser. Para sorpresas, las del epílogo.
Tal vez alguna de ellas se merecía un mayor desarrollo. Si el tema de las
volutas me resulta fascinantes, las referencias a “una organización sacramental: influencia y secretismo, logias, clanes”
y “emigrar y colonizar un entorno no sólo
virgen, sino excluyente” me resultan de lo mas intrigantes.
En fin, el mayor problema que le
veo, es que, aun siendo un texto de extensión corta, pasan muy pocas cosas. La historia,
aunque atractiva, es demasiado sencilla, demasiado previsible y, a pesar de su
brevedad, le sobran unas cuantas páginas, explicaciones de más y descripciones
de más. Con todo, tiene suficientes elementos de interés para resultar una
lectura aprovechable y apuntar a Alberto Moreno Pérez en la lista de autores a los
que conviene tener en cuenta en el futuro.
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