La editorial Ponent mon ya ha puesto a la venta el cuarto integral de esta estupenda serie, en el que aparece por primera vez el personaje llamado a convertirse en la nemesis particular de su protagonista, la temible Lady X
Culminamos con esta novela la trilogía de “El problema de los tres cuerpos”. “El fin de la muerte” cuenta con una ventaja respecto a sus predecesoras: Es casi imposible que su lectura sea afrontada por un lector que no haya leído las dos primeras partes. Llegado hasta aquí, ya se habrá acostumbrado al peculiar estilo narrativo de Cixin Liu (peculiar, al menos, para un lector occidental, para el resto no sabría decirlo), así que estará habituado a los extraños vericuetos de su narrativa. Por lo tanto, es de esperar que no se deje amedrentar por ese prologo, totalmente prescindible, ubicado durante la caída de Constantinopla, que apenas tiene conexión con el resto de la obra, o por las sucesivas bifurcaciones del argumento. Es muy típico de Cixin Liu centrarse en un personaje, dedicarle muchas, pero que muchas páginas, y luego olvidarse de ellas por completo. A veces recupera al personaje, unos pocos cientos de páginas más tarde, a veces no. Otras veces la novela da unos vuelcos, má
" El viento gris soplaba arrachado a todo lo largo de la ciudad. Aquí y allá un remolino de papeles parecía volatilizarse por un segundo para luego silbar sobre el cemento y detenerse muerto otra vez. Muerto como la ciudad. Porque la ciudad está muerta, un gran cadáver de cemento con un millón de órbitas vacías mirando hacia el viento gris que continua desgastando ese inmenso cementerio silencioso. Un teléfono suena. Suena a intervalos perfectamente regulares y su sonido tintinea en el silencio del cemento, es llevado aquí y allá por el viento junto con papeles sucios y se pierde sin respuesta en el gran cadáver que nunca se pudrirá. El teléfono suena. Nadie responderá jamás. El cadáver de cemento está quieto en el viento, muerto petrificado, erizado de bocas vacías y órbitas cuadradas. Un cadáver de mil arquitecturas y de grandes venas grises. Algo se mueve en las venas de la ciudad muerta. Algo está quebrando la realidad polvorienta de ese cadáver perfecto. " ¿He dicho ya l
Neal Stephenson es un autor que me aterra. Ese es el motivo por el que sólo he leído tres de sus novelas, incluyendo la presente. El motivo principal es la longitud de sus novelas (“Cryptonomicon” se publicó inicialmente en España como una trilogía). También me han influido los comentarios que he leído de obras suyas, escritas por auténticos entusiastas, que no por ello niegan la abundante paja que crece entre sus páginas y, lo que es peor, rebaten la existencia de un argumento consistente o una mínima planificación. En se sentido, las reseñas que he leído de “El ciclo del barroco” me provocan pesadillas. Sin embargo, pocos de los autores modernos gozan de su prestigio, así que algo debe tener. Y “Siete evas” me encantó, a pesar de su dilatado final, así que, si vivo lo suficiente, me iré acercando a su obra. Su imaginación, desde luego, es desbordante y más pegada a la realidad de lo que parece. En “La era del diamante” el poder es detentado por las phyles o tribus, asociaciones de
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