“La casa de la colina negra”. de José Antonio Cotrina
Si
“El ciclo de la luna roja” y “La
canción secreta del mundo” son obras pensadas para un público juvenil que
pueden ser perfectamente disfrutadas por un público adulto, sobre todo la
segunda, no ocurre lo mismo con “La casa
de la colina negra”. Primera novela del autor orientada hacia este tipo de
público, los fans más encallecidos de Cotrina pueden encontrarla descafeinada.
Los aspectos lúgubres y siniestros están mucho más comedidos, hay menos dramatismo
y la habitual matanza de personajes secundarios brilla por su ausencia.
En
su favor hay que decir que elude el “colegueo” no comete el error de tratar
como tonta a su audiencia potencial, y que también evita el sentimentalismo
barato, a pesar de que los personajes se prestaban a los autocompasivos
“¿porqué nadie me entiende?” y el “¿porqué todo el mundo me odia?” tan
habituales en la ficción orientada a adolescentes. El uso del lenguaje es
sencillo, sin defectos ni alardes, podríamos etiquetarlo como “transparente”,
no habría nada sino supiera que Cotrina puede hacerlo mejor.
Ubicada
en el mismo universo que “La canción
secreta del mundo” y “Las fuentes
perdidas”, resulta mucho menos fascinante, aunque este plagada de
innumerables aciertos, como son el origen de la amenaza a la que se enfrentan
los protagonistas y la sorprendente y excelente revelación final sobre la
naturaleza de uno de los adversarios. Hay algunas evocaciones interesantes,
muchos personajes prometedores, a los que podría sacárseles mucho partido, pero
que no se desarrollan, en particular la propia casa que da título a la novela,
pero todo ello se sacrifica en nombre de la acción.
Demasiada
acción para mi gusto. Los protagonistas están demasiado ocupados peleando,
huyendo de monstruos y esquivando trampas mortales que no tienen tiempo de
interactuar o dar mayor sentido a la trama. Parece mentira que precisamente yo
esté escribiendo esto. Quizá me esté volviendo demasiado viejo, pero el
cinematográfico clímax final, en el que incluso hay una escena tomada
directamente de “Indiana Jones y el
templo maldito”, se me hizo demasiado largo. Para mi gusto, a Cotrina no
acaban de quedarle bien las escenas de combates, que siempre le quedan como un
cruce entre las películas de kung-fu y los enfrentamientos entre superhéroes.
Aunque probablemente sea esta parte la que disfrute más un público más joven.
Para
eterna desgracia, el final no es tal final. Entendámonos, la trama principal de
la novela acaba y acaba muy correctamente, pero hay otra que ha estado
gravitando como espada de Damocles sobre las cabezas de los protagonistas y que
a ratos se posesionaba de la trama, que no sólo no concluye, sino que se
enseñorea de las últimas páginas, configurando un auténtico cliff-hanger que sigue todavía
irresuelto, aunque puede que no por mucho tiempo más, creo que Cotrina ya
prepara la segunda parte.
En
cualquier caso, consideraciones aparte, tampoco puede decirse que sea una mala
novela, siempre que el lector maduro no mantenga muy altas las expectativas. Su
lectura proporciona un rato agradable y bastante emocionante.
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