“Luna de locos”. de José Antonio Cotrina


“Luna de locos”  me ha parecido una historia en la que el escenario lo es casi todo. Nabucco, una remota luna convertida en un inmenso desguace de naves espaciales, con sus cielos cubiertos continuamente por tormentas, habitada únicamente por robots y por presidiarios condenados a cadena perpetua, que han obtenido este destino en un sorteo. Un mundo tóxico que matará inevitablemente a sus habitantes, cuya existencia es prolongada mediante tratamientos médicos experimentales, para los que la locura es un destino inevitable. Un ambiente asfixiante, bastante horrible y también (¿porqué no?) fascinante.

            Gran parte de la novelette es la descripción de Nabucco y la descripción de sus tres habitantes, ya ancianos. Aquí empieza el problema y es que los tres personajes resultan totalmente inverosímiles, no porque estén locos, sino por lo llamativo de sus locuras. Uno traza pinturas rupestres sobre la superficie de las naves espaciales abandonadas, otro, obsesionado con las matemáticas, traza modelos de los grandes acontecimientos históricos que luego convierte en música. El último, escribe compulsivamente relatos sobre alter egos de sí mismos que fracasan siempre en los empeños que se proponen.

            Más que locuras son manías. Curiosas, bonitas y (otra vez) fascinantes pero no creíbles. Los personajes quedan desdibujados, se convierten quizá en metáforas, aunque ignoro en metáforas de qué. No hay en ellos profundidad psicológica y es algo que se echa en falta, en una historia protagonizada por locos. Se evidencia, particularmente, en la evolución de Constanza, el loco escritor, el personaje que sirve de narrador durante gran parte de la obra. Para ser exactos, en su falta de evolución. Le seguimos durante su llegada a la luna, sirviendo de medio para conocer el escenario y a los otros personajes y, de pronto, sin ninguna explicación, se vuelve loco y se pone a escribir.

            Esta falta de credibilidad imposibilita la empatía con los pobres diablos y le resta emoción a su lucha y sacrificio, aparte que las razones para que se embarquen en dicho sacrificio resultan forzadas e inverosímiles, a menos que asumamos que están locos y que la locura justifica todos sus actos.

            Las secuencias de batallas no son nada del otro mundo, un buen uso del lenguaje consigue salvarlas, pero no hay ni épica ni emoción en ellas. El final es bonito, conmovedor, redime en parte todo lo narrado hasta entonces, pero, aún así, a pesar de su corta longitud y de cierto gozo estético, no puedo quitarme de encima la sensación de que esta novelita me haya resultado en gran medida una pérdida de tiempo.

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