“Una guirnalda de estrellas” de Bob Shaw



Dice la wikipedia que Bob Shaw casi perdió la vista, debido a la enfermedad, y que toda su vida padeció de migrañas, inducidas por distorsiones visuales, lo que se refleja en su obra. Parece cierto. De las novelas de Bob Shaw que he leído recientemente, tres tratan temas relacionados con la visión: “Periplo nocturno”, “Otros días, otros ojos” y “Una guirnalda de estrellas”.

En esta ocasión, el desencadenante de la acción es el invento de las gafas de visión nocturna. Hay que ver como pasa el tiempo. El caso es que dicho invento no ha llegado a tener la repercusión que en esta novela, y eso que las aplicaciones que Bob Shaw les da parecen totalmente racionales. ¿Misterios de la economía de mercado? Quien sabe. Tal vez el producto real no funcione tan bien como el imaginario. En todo caso las supergafas de Bob Shaw resultan que tienen un efecto totalmente inesperado, hacen visible lo invisible, en particular, la materia hadrónica.

No tengo ni idea de lo que es la materia hadrónica. Sospecho que Bob Shaw tampoco la tenía. Tiene que ver con los quarks. Sospecho que un físico sería incapaz de tomarse en serio los intentos de verosimilitud de esta obra. Tampoco tiene importancia. Este es uno de esos casos en los que la idea es tan bonita que no importa la base en que se sustenta, da lo mismo que esto sea ciencia ficción hard o una novela de fantasía. Simplemente es una idea preciosa, de esas que deberían ser verdad, porque reflejan una verdad subjetiva. ¿Qué verdad es esa? Que hay mundos dentro de mundos. Un sol dentro del sol. Una tierra dentro de la tierra. En esta caso, compuestos por diferentes tipos de partículas, ignorantes el uno del otro e incapaces de entrar en contacto unos con otros.

Los dos tipos de materia ocupan el mismo espacio, pasan uno a través de otro como si se tratara de fantasmas invisibles, inadvertidos, hasta la invención de las dichosas gafas. A partir de ese momento, somos testigos de cómo un astro del otro tipo de materia atraviesa el sistema solar, hasta casi colisionar con la Tierra, del descubrimiento de que existe otro planeta en el interior del nuestro y de los primeros intentos de contacto con sus habitantes.

Los protagonistas principales son Gilbert Snook, una persona que siempre ha procurado aislarse voluntariamente de las relaciones humanas, que se define a sí mismo como un “neutrino humano” y que irónicamente resultará poseer poderes telepáticos imprescindibles para este contacto y  Boyce Ambrose, un físico adinerado, director de un observatorio, que obtuvo sus laureles más gracias al dinero que a sus estudios, cuya mayor ambición es lograr el respeto de sus colegas académicos. A ellos dos habría que sumar a Prudence Devonald, la chica de la historia y a los malos.

Es una novela corta, de poco más de doscientas páginas. Se lee en un suspiro y se acaba antes de que te des cuenta de que ha terminado el comienzo. Con algunos altibajos, debido a los tiempos muertos que impone el argumento, la narración fluye de un modo adecuado, aumentando progresivamente el interés, hasta un clímax adecuadamente interesante y un epílogo excesivamente prolongado. A pesar de lo atractivo de la historia, me da la sensación de que Bob Shaw no sabía muy bien como terminarla, aunque hasta cierto punto lo logra en lo que incumbe a la evolución personal de Snook.

Esta es tanto una novela de primer contacto como la historia de la reconciliación de un solitario con la humanidad, o al menos con la otredad. A través de sus peripecias y del contacto con alienígenas, Snook desarrolla los lazos afectivos que toda su vida ha intentado rehuir y, al final, acepta la necesidad de los mismos. La evolución de Snook, es correcta, pero no emociona ni conmueve y, probablemente, no transmite autenticidad.

Es el único de los personajes que evoluciona. Ambrose es presentado de un modo magnífico, pero luego pasa a comportarse como el típico científico sabelotodo desprovisto de emociones, aunque sus actos finalmente lo rediman ante la opinión del lector. Prudence lo mismo parece una mujer liberada e independiente que la típica dama en apuros. La interacción entre los tres, típica mezcla de desconfianza, celos, colaboración forzosa y peleas, es bastante penosa, en mi opinión, más que nada molesta.

Los mejores momentos de la novela no son los que describen la interacción entre personajes, sino la interacción entre mundos. Las apariciones fantasmales de los forasteros y las descripciones de su mundo. Es en estos momentos donde más brilla la prosa de Shaw. El fragmento en que Snook imagina cómo sería la separación entre los dos mundos vista con las gafas de amplite, es una pequeña obra maestra, sense of wonder inyectado en vena.

Una pequeña joya de la imaginación.

Puesto que no tengo intención de releer la trilogía de los astronautas harapientos, ya que fueron de los primeros libros de ciencia ficción de mi propiedad y el primero lo he releído un montón de veces, con esta reseña he terminado el repaso a la obra de Bob Shaw publicada en España. Me ha parecido un autor interesante, por encima de la media, tal vez no de los más grandes, pero con momentos muy grandes, en ocasiones, magistral en su uso del lenguaje. Otras no. Creativo, con una imaginación muy bien entrenada, capaz de muchos registros y que no temía correr riesgos. Mientras que otros autores parecen escribir siempre la misma novela una y otra vez, las de Bob Shaw son muy diferentes entre sí. Por lo que he leído, la mayor parte de sus mejores obras han sido traducidas al castellano, con una notable excepción: “Orbitsville”, una de sus novelas más famosas y una de las dos que incluyó David Pringle en su lista de las 100 mejores novelas de ciencia ficción.

En otros tiempos, terminaría este post alzando mi voz, haciendo una llamada para que alguna editorial española se compadeciera y la publicara, pero ya no sé si merece la pena, habida cuenta de que, más allá de las novelas apocalípticas y de las distopías adolescentes (lo que ya es una mejora), el género parece haber desaparecido de nuestras estanterías de novedades. Además, creo recordar que el foro de sedice dedicado a las novedades de Alamut, en una ocasión el mismísimo Luis G. Prado mostró su interés por la obra de Bob Shaw, para a continuación lamentar que conseguir los derechos sobre la misma fuera una auténtica misión imposible.

En fin, hasta la vista Bob Shaw.


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