“Bifrost” de Rodolfo Martínez



Como bien explica aquí, la idea de Rodolfo Martínez era realizar una historia-puente que englobase “La sonrisa del gato”, “Los celos de Dios” y “Un jinete solitario”. Y un relato protagonizado por la inteligencia artificial creada a partir de los recuerdos del vaquero, que también había leído por algún lado. Esa historia puente es “Bifrost”

O en otras palabras, es la compilación de esas páginas, a menudo escritas en cursiva, que separan las diferentes partes de una antología, y que yo siempre suelo leer por encima y a toda pastilla, muriéndome de impaciencia porque se termine el relleno y empiece lo bueno.

En la nave Bifrost un delfín y una rata, una rata de “Tierra de nadie”, se entiende, asisten a las clases de un profesor humano, dotado de inmensos poderes telepáticos, durante las que reviven momentos importantes de la historia. Esos momentos contenidos en “La sonrisa del gato”, “Los celos de Dios”, “Un jinete solitario” y ese relato de cuyo nombre no logro acordarme. No puedo decir mucho más del argumento, porque no tiene más.

Es de agradecer, para aquellos completistas como yo que ya disponían de todos estos relatos en diferentes ediciones, su puesta a la venta independiente, a un precio bastante asequible, lo que me permite completar el ciclo de Drímar sin recurrir a la duplicación de los ejemplares de mi biblioteca.

Fuera del interés del coleccionista, carece casi completamente de interés. La omisión de los fragmentos que había de englobar hace que pierda prácticamente todo sentido como narración. Esta obra me ha recordado las palabras de un amigo al que conseguimos arrastrar al cine a ver “El hobbit: la desolación de Smaug” Fue algo así como: “He vista una película que ni empieza ni termina, he visto un fragmento”. “Bifrost” más que un final abierto, tiene un final truncado. Si os gustan las obras con inicio, nudo y desenlace, no leáis esta novelita, pues carece del primero y del último y tampoco tiene mucho nudo.

Aunque eso no es nada nuevo, en el ciclo de Drímar. Vaya por delante que en su día me encantaron, pero “Jormungand” termina justo cuando parece que va a pasar algo, tras un largo prólogo de presentación de personajes y escenario que ha durado casi toda la novela. “La sonrisa del gato” deja muchos interrogantes abiertos. “Bifrost” no responde a ninguno de esos interrogantes. No es la continuación de ninguna de las dos. Ese papel corresponde a la cronología que aparece al final del volumen. En cierto modo, “Bifrost” puede considerarse la versión extendida de esa cronología. En el enlacé al que ya me referí queda claro que, con “Bifrost” el ciclo de Drímar ha quedado completo. Bueno, yo no lo llamaría completo, lo llamaría clausurado. Con su cancelación, el ciclo de Drímar queda inconcluso, para el resto de la eternidad. Aparentemente.

Anteriormente he usado las palabras “casi” y “prácticamente”. No ha sido in intencionado. No le he encontrado casi ningún interés a esta obra, pero alguno le he encontrado. Rodolfo Martínez es demasiado buen escritor para que carezca de ello. A través de los innumerables flashbacks es posible hacerse una idea de lo que ocurrió después de “Jormungand”, de un modo más ameno que leyendo la cronología, aunque siempre den la sensación de que el lector se pierde lo más interesante.

Todo está bastante bien escrito, como siempre el uso del lenguaje de Rodolfo Martínez resulta intachable, así como sus diálogos. Se discuten algunos conceptos interesantes. Algunos de los recuerdos que los protagonistas reviven son muy buenos, especialmente los relacionados con los multis, y esa trágica historia de amor y sacrificio por la que pasa de puntillas. No así la historia del adolescente inadaptado y sus aventuras cuando es adoptado por un delfín que, aunque entretenida, me ha resultado tópica y, como todo en “Bifrost”, incompleta.

Así y todo, durante la mayor parte del tiempo, más que de estar leyendo una novela corta, tenía la impresión de estar echando un vistazo al cuaderno de apuntes de Rodolfo Martínez, estudiando las notas que tomó para proyectos que no llegaron a buen puerto. Por cierto, alguien debería avisarle de que no vuelva a usar a personajes como el adolescente asocial que se transforma, al crecer, en un adulto brillante, con tendencia a expresarse de modo pedante y al manipulador supremo superinteligente que guía al protagonista como un titiritero sus muñecos.

En fin, una lectura fácil y breve, pero sólo recomendable para los fans acérrimos del autor. Aquellos para los que sea el primer contacto con el ciclo de Drímar, no entenderán absolutamente nada.

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