“Las ciudades perdidas de Marte” de Leigh Brackett
En mi panegírico anterior sobre
la obra cinematográfica de Leigh Brackett se me olvidó intencionadamente
incluir que también figura como guionista de “El imperio contraataca”, otra de
mis películas favoritas de todos los tiempos. Su último trabajo para el cine.
Según recuerdo del blog de Rafa Marín, no es exactamente cierto. La historia no
deja de ser de George Lucas y lo que Brackett hizo fue un primer borrador, el
guión definitivo fue de Lawrence Kasdan. Eso no impida que sea un magnífico
reclamo publicitario, que aparezca bien destacado en la contraportada, en la
que se atribuye a nuestra autora el título de “Reina indiscutible del space
opera”.
Mi primer contacto con Leigh
Brackett fue la novela “La espada de Rhiannon”. A mi hermano, que era su dueño,
le parecía muy mala. A mi me encantó. Supongo que mi hermano se sintió
decepcionado por la descripción poco realista que daba de Marte. A mí, en
cambio, me sigue pareciendo la mejor “Espada y brujería” que he leído, aunque
reconozco que no he leído muchas.
Hay muchos ecos de la “La espada
de Rhiannon” en esta antología. Los relatos incluidos transcurren en el mismo
Mate ficticio, aunque en esta ocasión sea en su “presente” en vez de en su
pasado legendario. El Marte de Leigh Brackett, que debe mucho al de Burroughs,
es un mundo melancólico, de una belleza decadente, un desierto interminable sembrado
de antiguas ciudades, despobladas y arruinadas, que a menudo guardan los
secretos de poderosas civilizaciones, ya extinguidas.
Este mundo ha sido colonizado
cultural y económicamente por la tierra, aunque en las zonas más salvajes y
recónditas permanezcan restos intactos y orgullosos de las culturas autóctonas.
Los terrestres que aparecen presentan, a menudo, un rostro muy poco
favorecedor: saqueadores de tumbas disfrazados de arqueólogos en busca de
tesoros, criminales que se aprovechan de la superioridad tecnológica para explotar
a los nativos, turistas sin interés auténtico en los mundos que visitan, que
convierten sus grandes ciudades en centros de abastecimiento de sus vicios
favoritos. Lo que no quita que consideren a los marcianos como seres
inferiores. Se puede decir que en todos los relatos hay una crítica nada velada
al colonialismo y el intervencionismo, algo sorprendente, si tenemos en cuenta
que fueron escritos entre 1942 y 963. Si hubieran sido escritos en la
actualidad, hablaríamos de un manifiesto en contra de la globalización y el
pensamiento único.
Aunque interesante, el aspecto
ideológico o político no es el punto fuerte del volumen. El punto fuerte de la
fantasía de Leigh Brackett es la acción y la aventura. A pesar del entorno
relativamente futurista en que trascurre (los marcianos tienen tendencia a dirimir
sus diferencias a espadazos, las historias de Brackett suelen estar más cerca
de la fantasía heroica, me parece recordar, incluso, que Michael Moorcock fue
un gran admirador suyo durante su juventud. La afiliación a la ciencia ficción
es, en realidad, un lastre para el disfrute de esta obra, los conocimientos
científicos de Brackett, como incluso llega a ironizar el traductor en una nota
a pie de página, son prácticamente inexistentes, a pesar de ello se empeña en
dar descripciones ridículas a fenómenos que más habría valido considerar como,
simplemente, magia. O tecnología suficientemente avanzada, que diría Clarke.
En líneas generales, Brackett se
las arregla como una narradora de primer orden, sin embargo, no consigue
escapar de las convenciones de los pulps y no son extraños los finales excesivamente
convencionales o simplones, ni que algunas metáforas o descripciones caigan en
lugares convencionales y vulgares, sobre todo cuando está explicando lo
valientes que son sus héroes.
En contra de mi pereza natural,
en esta ocasión haré una semblanza relato a relato, aprovechando que son pocos:
“El tesoro de Ptakuth”: empezamos
mal. El peor relato de todo el libro. Pensaba en él cuando me refería a los
defectos de los pulps, de los que es un compendio y antología. Cuando el
protagonista conoce a la chica de la historia exclama: “Chica, eres tan hermosa
como la cerdita marrón de Shaughnessy” ¿Pueden imaginarse algo más ridículo? Al
parecer tiene que ver con una historia irlandesa. Al protagonista se le compara
repetidas veces con un toro bravo, con un intervalo de tiempo entre ellas
inferior a lo que la profesionalidad de un autor debería requerir. Argumento
confuso, repleto de cachivaches y ciencia absurda.
“El viaje de la Starhope”: mejor,
aunque no sobresaliente. Tiene la originalidad de que en esta ocasión el ser
humano es el monstruo de la historia.
“La ciudad encantada de Marte”:
si no fuera por algunas explicaciones algo rebuscadas y un desarrollo un poco
confuso, sería una broma maestra. Una pequeña joya.
“La joya de Marte” Gran relato, intenso,
vibrante y cautivador.
“El hechicero de Rhiannon” Gran
comienzo, desarrollo y final desastrosos. Un arranque tan inquietante como
poético, completamente desaprovechado. Jamás vi. un arranque tan bueno
estropearse de tal modo, desde que leí el cómic de Alfonso Font “El prisionero
de las estrellas”.
“Los últimos días de Shandakor”
junto con “La joya de Marte”, lo mejor de este volumen. Melancólico, romántico
y trágico. Sin embargo, en ocasiones la narración pasa arbitrariamente de la
primera persona, en la que está escrito en su mayoría, a la tercera, sin
transición o causa comprensible. Ignoro si es defecto de la traducción o de
Brackett.
“El camino a Sinharat” relato
ecologista de antes de que se inventara el ecologismo, probablemente. Este
relato es claramente ciencia ficción, no fantasía. Parte de una idea
interesante, pero no la desarrolla a conciencia. Parece utilizarla como excusa
para contar una típica historia de aventuras, que no queda demasiado bien,
destacando tan sólo algún lance aventurero descrito con garra. La conclusión es
demasiado facilona, da la sensación de que no la autora no sabía como acabarlo.
Mención aparte merece la
traducción de Pedro Cañas Navarro, por la profusión de las notas a pie de
página. La mayor parte de dichas notas consisten en referencias a otras
historias de Leigh Brackett, principalmente el ciclo de Eric John Stark y
ayudar a ubicarlas en una especie de cronología del universo imaginario de
Brackett. Sirven a dicho propósito, permiten comprender mejor el mundo en que
transcurren y cohesionarlas de algún modo como piezas de un puzzle mayor,
despertando la curiosidad por el resto de la obra de la autora. A los
estudiosos y fanáticos de Brackett les encantarán, pero dejan de interrumpir la
lectura una y otra vez. Recomiendo ignorarlas durante una primera lectura.
Este libro ha estado en la pila,
que digo pila, en el armario de los libros pendientes de leer durante al menos
un par de años y no estaba recién salido de la imprenta cuando lo adquirí. Es
una edición del 2009. Los caracteres tipográficos están algo descoloridos en
algunas páginas y el lomo se ha arrugado mucho.
Una antología irregular, con
algunos relatos magníficos y otros malillos, en la que el mayor atractivo está
en el encanto y el exotismo del escenario en que transcurren.
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