“Sondela” de Rodolfo Martínez
“
”
Copiado de la ficha de la Casa
del Libro. Que vago me estoy volviendo, y pensar que antiguamente yo sólo leía
estas cosas por lo que pudiera sacar en claro del argumento. En fin, la
historia, si historia puede llamarse, gira en torno a tres personajes, cuatro
si contamos a Campos. Los principales son Quirón, Akademos y Nerea. Los dos
primeros son dos pilotos que se estrellaron en la Atlántida mientras probaban
un prototipo de avión espía, murieron y resucitaron como atlantes, con todo el
conocimiento de sus vidas pasadas, pero separado emocionalmente de sus mentes,
como si perteneciera a otra persona, y no tardaron en integrarse en su nueva
sociedad. Nerea es la hija del preceptor que les enseñó a vivir en su nuevo
mundo y el objeto de los sentimientos amorosos de los dos.
A la hora de enjuiciar la obra,
resulta muy interesante leer la entrada que escribió en su sitio el autor, en
el momento de terminarla (2005, hay que ver como pasa el tiempo):
“Todo empezó con una idea de mi amigo Sergio Iglesias para un escenario
de futuro cercano en el que magia y tecnología conviven de forma incómoda en un
mundo que está cambiando de un modo imprevisible. Sergio fue lo bastante amable
para ofrecer su escenario a quien quisiese usarlo [..]De aquella primera novela
corta surgieron nuevas historias y cada relato que escribía me iba dando pistas
para el siguiente. Cada nueva pieza de información que aportaba sobre el
pasado, las relaciones, los movimientos de mis personajes, me hacían descubrir
cuál sería el siguiente paso del camino. De ese modo, en algo menos de mes y
medio fui escribiendo una serie de relatos entrelazados (poco más de
trescientas páginas en total)”
Es justificable considerar
“Sondela” una novela. Se hace algo parecido a contarnos una historia, pero,
como el mismo autor reconoce, en realidad es más bien una serie de relatos
entrelazados. Como tales, cada uno de ellos tiene cierta independencia de
argumento y, sobre todo, de estilo. El punto de vista cambia continuamente, y
el estilo del lenguaje cambia con él. Las rememoraciones se mezclan con los
recuerdos e incluso con las fantasías de los protagonistas. Eso puede suponer
un desafío a algunos lectores, pero no a los experimentados. Todo está lo
suficientemente bien realizado para que pueda entenderse sin esfuerzo excesivo.
La estructura del libro es atractiva y está implementada con habilidad. ¿Está
lo que se cuenta a la altura de esta brillante estructura?
Bueno, es cuestión de opiniones.
La mía es que, en realidad, no se cuenta demasiado. El núcleo de la novela es
la relación entre Quirón, Akademos y Nerea. Los dos primeros competían por la
tercera. Quirón se retiró de la competición y se dedicó a recorrer el mundo
fuera de la Atlántida, dejando a los tres privados de una necesaria conclusión,
lo que acabará convirtiéndose en una herida abierta en sus vidas, especialmente
cuando, al cabo de un tiempo, Nerea deje a Akademos y también se dedique a
vagabundear. Esto que acabo de decir, con mejores palabras y expresado mucho
mas bellamente, se repite hasta la saciedad a lo largo del libro. Parece que el
autor siga la teoría de que profundizar en un personaje consiste en que éste se
repita a si mismo las mismas cosas, o que otros se las repitan a él. O que
otros personajes se las digan a si mismos, cuando piensan en el primero.
El capítulo dedicado al oráculo
de Delfos, “El largo y tortuoso camino”, me ha parecido especialmente
irrelevante. Martínez hace un gran trabajo al reflejar del punto de vista de un
narrador que está formado por diferentes personalidades en conflictos, pero,
por lo demás, no recuerdo que aportara absolutamente nada. En cuanto a las
personalidades de este trío, Quirón está siempre envuelto por un aire de
perplejidad. Esto también se repite a menudo. Akademos es uno de esos tipos que
tanto abundan en las novelas de Rodolfo Martínez, que se nos describen como muy
inteligentes, maquinadores y manipuladores supremos, pero cuyos actos nunca
están a la altura de lo descrito, aunque Akademos, al menos, es capaz de quitar
de en medio algún rival y Nerea…Nerea … Pues, como que no se puede decir mucho
de la personalidad de Nerea.
El mundo de la Atlántida, poblado
de centauros, faunos y dríades, donde perviven los cultos a los dioses griegos
y estos intervienen en la vida de cada día, prácticamente no se nos describe.
El mundo terrano tampoco se nos describe demasiado. El mediterráneo fue tomado
por la Atlántida y en el resto del globo, la gente se injerta chips en la
cabeza. No hay la menor concesión al exotismo. Esto es totalmente intencionado
y coherente con el resto de las obras de Rodolfo Martínez. Las historias se
pueden disfrutar por completo a pesar de ello, pero no deja de parecerme una
pena, porque es un escenario muy fascinante, ese por el que no paseamos.
Esta falta de descripción se
aplica también a la acción, que es prácticamente inexistente. Durante la mayor
parte del tiempo, en el libro se habla, se recuerda, se reflexiona, se evoca y
solo de vez en cuando ocurre algo, e incluso entonces, el autor pasa de
puntillas y a toda velocidad sobre los fragmentos que se prestarían mas a la
peripecia aventurera, o lo que normalmente se considera emocionante. Si, estoy
hablando del capítulo 14, “Nacerán leyendas”. Aunque sería injusto negar lo
emocionantes que me resultaron “La vuelta a casa” y “El juicio de tus pares” en
donde, por cierto, logra recrear magistralmente el mundo helénico gracias a su
uso del lenguaje. Podría decirse que, en este libro, lo que no se ve es más
importante que lo que se ve. Aunque sospecho que, en realidad, lo que pasa es
que esos fragmentos no le interesan mucho a Rodolfo Martínez, o que no se le
dan bien, porque si aparecen en “Las cosas en su sitio” y no logran retener la
atención del lector particularmente.
Hay algunas reflexiones muy
interesantes sobre los conflictos de culturas y la aparente imposibilidad de
conciliar visiones del mundo incompatibles, pero coexistentes y sobre la
tolerancia, pero no se profundiza demasiado en ellas. Aunque muy atractiva, me
ha parecido una obra en la que la forma se impone sobre el contenido, en la que
lo que se cuenta es menos importante que como se cuenta, en la que se dedica
más interés en jugar con el lenguaje y con los mecanismos de la narración que
en contar una historia.
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