“Un Lun Dun” de China Mieville
En mi ya tradicional cita
veraniega con China Mieville, este año le ha tocado el turno a “Un Lun Dun”. La
novela empieza con las aventuras de dos niñas londinenses, Zanna y Deeba, que
después de varios sucesos proféticos, acaban transportadas a la fantástica
ciudad de Alondres, una especie de reverso mágico de Londres, en el que Zanna
está destinada a salvar a sus habitantes del smog.
¿Fantasía juvenil? Quizá. No
estoy seguro. El argumento es mucho más sencillo y lineal de lo que parecen ser
los sempiternos libros de Harry Potter. Si intentara buscar una obra conocida
ampliamente con la que tuviera puntos en común, me decantaría por “Alicia en el país de las maravillas”. Un
“Alicia en el país de las maravillas”
más moderno, urbano, algo más siniestro, con más acción y una protagonista con
más carácter, aunque mejor no adelantemos acontecimientos. Lo que quería decir
al empezar el párrafo es que el público potencial al que va dirigida la novela
es de una edad sensiblemente inferior al de algunas sagas juveniles que se han
convertido en grandes éxitos de público. ¿Es eso un problema para que los
cuarentones la disfruten? No lo ha sido en mi caso.
La novela empieza un poco floja.
El lector puede creer que se ha metido en una película de Walt Disney y no de
las mejores. Si, claro, las ocurrencias de Mieville son siempre brillantes, no
será la primera ni la última vez que alabe su prodigiosa imaginación, pero uno
le ha visto imaginar cosas más improbables que Alondres. Su imaginación parece
estar a medio gas, o en piloto automático, imaginando el tipo de cosas que el
público está acostumbrado a esperar. Los personajes con las que las
protagonistas se encuentran también siguen ese patrón, son tipos estrafalarios,
amables y simpáticos, pero carentes de fondo. Tampoco es que Zanna ni Deeba
parezcan tener mucho carácter, además de que se pasan la vida dando abrazos,
costumbre que se mantendrá hasta el final.
Entonces se produce un giro
inesperado en la historia. Su verdadera protagonista se apodera de la trama y
de ahí al final es una auténtica gozada. Mieville subvierte algunos de los
tópicos de las novelas fantásticas, hace gala de un sentido del humor mucho
menos presente en el resto de sus novelas que he leído, pero mantiene todo su ingenio
y su imaginación. La novela está llena de conceptos y pasajes excepcionales,
como el retrovolver o las aracnoventanas. Los pronunditos y don Parlante, por
ejemplo, me han parecido dos de sus mejores creaciones, que ya es decir.
Mieville suaviza el estilo de su
prosa para adecuarlo al público al que va dirigido el libro. Lo que es de
agradecer. Aquí no se encuentran presentes los problemas que mucha gente
detectó en “Kraken”. La narración es
muy fluida y ágil, se acaba casi sin darse cuenta, a lo que sin duda contribuye
que esté estructurado en capítulos muy cortos, normalmente terminados en el cliffhanger de rigor.
Sobre la traducción, pues no me
ha disgustado. Creo que, dentro del reto que afrontaban Gema Facal y Joan Eloi
Roca, lo han hecho lo mejor posible. No nos engañemos, si su nivel de inglés lo
permite (no es mi caso), éste es un libro que debe ser leído en su idioma
original. En el fondo, todos lo son, pero éste más todavía, debido a la enorme
cantidad de juegos de palabras y neologismos que incluye. La mayoría quedan
bastante bien, otros chirrían un poco y algunos no tienes ni idea de que
querrían decir en el original. He leído que, en dicho original, Mieville
incluyó un diccionario para dejar claro el sentido que daba a sus palabras
inventadas, porque fuera de contexto, algunas podían resultar hasta
malsonantes. Tal vez habría convenido algo así. Llenarlo todo de notas a pie de
página entorpece mucho la lectura, pero a veces es un mal menor. Con todo, creo
que solo ha habido una ocasión en la que me he encontrado con una frase que me
ha chirriado, diciéndome, esto tiene que ser un juego de palabras en el
original.
En fin, ha sido una lectura muy
agradable, que me ha dejado muy buen recuerdo, a su manera, me parece a la
altura de “La ciudad y la ciudad” y
de “Ciudad embajada”, las que hasta
ahora me parecían las mejores obras de su autor.
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