“Aceptación” de Jeff Vandermeer


Finalmente he terminado esta serie. El tercer volumen de esta saga está compuesto por cuatro líneas argumentales, que transcurren en paralelo. Una consiste, básicamente, en la vida de la psicóloga, rememorada escrupulosamente en el momento de su muerte por ella misma o por el área X. La segunda sería la narración, desde el punto de vista de Saúl, el farero, de los días previos a la creación del área X. Las otras dos, narran las andanzas por dicho lugar de Control y Pájaro fantasma, el duplicado de la bióloga. En el fondo, estas dos últimas son la misma, puesto que van a todas partes juntos, pero como tienen capítulos individuales, con el nombre de cada personaje al comienzo, las he contado como dos.

 Las aventuras de Control y Pájaro Fantasma son una sucesión de sustos varios y encuentros con monstruos, que aportan los mejores cliffhangers al libro. La historia de Saúl es una típica historia de terror, sobre una persona infectado por una fuerza sobrenatural que se va apoderando poco a poco de él. Salvo por el relato de su expedición personal y secreta al área X, la trama de la antigua directora de Southern Reach es puramente informativa y no tiene entidad por si misma. Su objetivo es revelarnos lo que se escondía detrás de muchos detalles desconcertantes del segundo libro, pero apenas tiene progresión dramática.

Si esta trilogía ha llegado a generar frikis propios, esta será la trama que más les apasionará. Gracias a ella, podrán enterarse de secretos tan trascendentales como en que circunstancias se tomó la foto del farero, en qué momento y situación la directora copia el mensaje de la torre en el falso armario de su despacho, cuando empezó a tomar notas en cualquier parte y cuando dejó de hacerlo. En fin, ya se ve, cuestiones que en el fondo a nadie le importan un pimiento, pero que son más fáciles de iluminar que los auténticos misterios del área X que se formularon en “Aniquilación”. También en esto me ha recordado a muchas series de televisión, que cuando no saben como hacer avanzar el argumento, la emprenden con detallados flashbacks del pasado de los personajes.

Con tanta subtrama, el libro no escapa al síndrome de George R.R. Martín, es decir, algunos capítulos son puro relleno que están ahí metidos porque tocaba el capítulo del personaje tal, aunque todavía no vaya a ocurrirle nada, pero dicho síndrome se encuentra bajo mínimos. Hay que reconocer que “Aceptación” es endiabladamente entretenido y que Vandermeer demuestra un dominio de la narración más que notable. Su estilo sigue sin gustarme, le gustan las cosas poco claras. Prefiere sugerir en vez de explicar. Sugiere tanto que la mayor parte del tiempo no se sabe lo que sugiere. En vez de decirte lo que siente un personaje, carga el texto de metáforas que deberían transmitir al lector la sensaciones del personaje. Es un autor de esa generación que piensa que cuanto menos se entienda lo que dice, mas artístico será, así que se explaya en frases complicadas y metáforas raras. Abundan las oraciones grandilocuentes que parecen decir algo muy profundo, cuando en el fondo no dicen nada, que tan queridas le eran a Alfred E. Van Vogt y a Frank Herbert.

Dicho esto, resulta paradójico que el estilo sea el mayor atractivo del libro. Como ya creo haber dicho alguna vez, hay muchas maneras de escribir bien y que no me guste como lo hace Vandermeer no quita que lo haga muy bien. En una panorama tan adocenado como el de la ciencia ficción anglosajona, en el que, al menos lo poco que nos llega parece haber sido devorado por el cánon betsellero, de tal forma que todos los libros podrían haber sido escritos por el mismo autor, resulta refrescante encontrar a uno contracorriente, con una voz propia expresada en un estilo muy personal. Aunque ese estilo no me guste mucho.

Claro que en realidad, tal vez esto no sea exactamente ciencia ficción, pero no tengo ganas de ponerme a discutir sobre ello. Y en realidad, de ciencia ficción anglosajona para adultos, no nos llega absolutamente nada.

 Los grandes perjudicados son los personajes. Tras el inmenso trabajo de caracterización que supuso el segundo libro, Control en este no pinta absolutamente nada, es una figura indefensa arrastrada de un lado a otro, que por algún motivo se aferra a las hojas de la tésis del terroir de Whitby. Los otros son similares o peores. Todos quedan bastante desdibujados y esquematizados. Ni siquiera quedan claras las motivaciones de la psicóloga, a pesar de que,en buena medida, el libro consiste en contarnos su vida.

El final es tan brusco que te hace volver a una librería, para comprobar si a tu ejemplar le faltaban páginas. Los finales abiertos son un clásico pero las tramas de Control y Pájaro fantasma terminan sin que haya sensación de culminación o conclusión. Si al autor le diera la gana, podría seguir sacando continuaciones eternamente, aunque, afortunadamente, no parezca ser el caso. Las de Saúl y la psicóloga si terminan, pero claro, ya sabíamos como iban a terminar desde que empieza el libro.
Al contrario de lo que expuse en la crítica de “Aniquiliación” si se esclarecen algunos enigmas sobre el área X, poca cosa en el fondo, Vandermeer usa de comodín el tema de que los alienígenas son incomprensibles para justificar la falta de sentido de su, por otra parte, emocionante libro. Lamento sin embargo que dichas explicaciones lleguen por intervención divina, se cuelen en las cabezas de los protagonistas, aparentemente solas o por la intervención del área X, pero no porque ellos las descubran por sí mismos. Algunas de dichas explicaciones están muy cogidas por los pelos, o son directamente absurdas, como todo el tema de la lámpara del faro. Con todo, además de entretenido, el libro contiene algunos momentos excelentes, fragmentos con auténtico sense of wonder y terror a partes iguales. Posee un innegable atractivo, que pese a todo, no me llega a convencer del todo.

Hace mucho tiempo que es una acusación común que muchos escritores de ciencia ficción se escudan bajo la etiqueta de “literatura de ideas”, para encubrir su pobreza literaria. No entraré a valorar este argumento, perfectamente válido, pero tener ideas es algo más que inventarse unos extraterrestres extraños o un mundo con unas leyes desconcertantes. Tener ideas puede ser, simplemente, imaginar como son unos personajes y como reaccionan ante unas circunstancias que también has imaginado. Tener una historia que contar. No sé si esta trilogía es ciencia ficción, pero eso es algo que no he hallado en ella. Esta trilogía me ha demostrado que la riqueza literaria no puede justificar ni encubrir la pobreza de ideas.

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