“Las puertas del infinito” de José Antonio Cotrina y Víctor Conde




La contraportada de este libro, contiene numerosos spoiler resulta bastante equívoca. Durante su mayor parte, efectivamente, consta de dos tramas paralelas. Efectivamente, una de ellas es la de Rebeca, la caza tesoros trans-universal, que, a lomos de su dragón invisible, explora múltiple universos y realidades, en pos de los objetos a cuya caza le ha enviado su amo-maestro el cerrajero. Pero la otra no es la de Riddly, sino la de sir Logan de Noxville, un aperimante, es decir, un estudioso de las puertas que abren pasajes a otros mundos, obsesionado por resolver los acertijos más difíciles y y desafiar los enigmas mas terribles, por el puro placer de hacerlo.

Riddy es importante en la historia, sale mucho mas de lo que parece en un principio, pero, en el fondo, no es uno de los protagonistas principales. Supongo que se debe al esfuerzo de la editorial de disfrazarla como una novela juvenil, protagonizada por una pareja de adolescentes guapos con un romance en ciernes. No lo es, es una novela para adultos, en la que las cosas no son lo que parece, que contiene algunos giros argumentales inesperados (y alguna sorpresa muy esperable, la verdadera identidad de cierto personaje) y muy apocalíptica.

Cotrina y Conde salen airosos de la difícil tarea de escribir una novela a cuatro manos. No se observan diferencias estilísticas, en apariencia, podría haber sido escrita por una sola persona. En ausencia de entrevistas que revelen el proceso de creación de la misma, lo fácil parece asumir que cada autor escribiría una de las tramas y que, cuando confluyen, tratarían de coordinarse. Puestos a hacer una porra, yo apostaría porque la parte que transcurre en un Londres victoriano steampunk sería la escrita por Víctor Conde, más que nada porque en determinado momento Logan afirma que los aperimantes “En épocas remotas fuimos llamados Mystes” y eso parece una confesión.

Si algo caracteriza a esta novela, es la imaginación desatada. Es una auténtica fiesta de la imaginación, en la que todo puede ocurrir, y ocurre, en sus páginas se dan citas desde autómatas encantados que juegan al ajedrez con olores hasta dragones del tamaño de ciudades que orinan tormentas. En segundo lugar, el entretenimiento, es uno de esos libros que se leen con una facilidad asombrosa, en el que nunca paran de pasar cosas, habitualmente malas.

Revelar mucho de la trama sería hacerle un flaco favor a los que la lean, o mejor devoren. Da pie a muchas mas reflexiones de lo que parece, entre sus escaramuzas y persecuciones hay reflexiones meta-literarias sobre los cuentos y sus arquetipos, una visión de la vida lucidamente desesperada: no se puede escapar al destino, todo se acaba, aunque al final deje una puerta abierta a la esperanza, en forma de renovación, aunque esta llegue con fecha de caducidad.

No se asusten, queridos lectores, el párrafo anterior son solo interpretaciones mías, no tiene porque ser necesariamente las que tenían en mente sus autores, ni, por supuesto, el resto de los lectores.

Si tuviera que ponerle algún pero, se le podría achacar algo de falta de profundidad a sus personajes, entre tanta carrera y tránsito inter-dimensional, no queda mucho tiempo para las meditaciones. Los autores recurren a los arquetipos del fantástico, a los que está acostumbrado el lector, lo que, por otro lado, ahorra tiempo y permite agilizar la trama, amén de causar una mayor impresión cuando estos arquetipos se subvierten.

También y esto es algo personal, echo en falta una mayor descripción de Colapso, el mundo de Rebeca. Se nos describe como “un mundo enloquecido en el que confluyen mil realidades distintas” (como la Cynosure del cómic Grimjack) pero solamente es algo que se nos cuenta, no se describe al lector de modo que éste pueda llegar a esa conclusión.

Por último, encuentro que se dedica demasiado tiempo al fallido intento de la flota inglesa de reconquistar Londres. El tiempo que se invierte en presentar a personajes que morirán ese mismo capítulo, me parece desproporcionado. No es un fragmento aburrido, ni siquiera es largo, es solo que, dada su escasa relevancia en la trama, su función es forzar a dos personajes a separarse, su longitud me parece desmedida.

Pegas menores ante una novela adictiva, llena de sense of wonder y de momentos tétricos que, cómo dije antes, es un auténtico festival para la imaginación.











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