“Los que sueñan” de Elio Quiroga




Sospecho que me va a ser imposible evitar los spoilers en esta reseña, aunque no es tan grave si tenemos en cuenta que alrededor de un centenar de páginas ya te son “spoileadas” por la publicidad. Como todo el mundo que se haya informado sobre esta novela sabe, empieza como una historia de fantasmas. Dante Tejero vive con su mujer y su hijo en un solitario e idílico refugio alpino, en el que todo es perfecto, salvo una esquina de la cocina que parece un agujero hacia otras dimensionas, esquina que olvida una vez aparta la vista de ella. Y salvo las terroríficas visitas que empieza a tener su hijo.

Esta parte me ha hecho recordar algunas declaraciones que creo haberle leído a Rodolfo Martínez a propósito de su novela “Los sicarios del cielo”. En ellas afirmaba haber empezado la novela como una historia policíaca para que los lectores ajenos al mundillo fantástico se fueran enganchando y, cuando los elementos sobrenaturales se apoderaran de la trama, estuvieran ya tan absortos que se vieran obligados a terminarla.

Pues bien, Elio Quiroga empieza la novela como un estereotipado thriller fantasmal y, si los lectores quieren comprender lo que de verdad ha pasado, no les queda mas remedio que seguir con la lectura cuando se transforma en una compleja historia de ciencia ficción , casi ciencia ficción dura, de esa que está tan plagadas de explicaciones y cosas raras.

Mis sentimientos hacia esta estrategia son ambivalentes. El prologo funciona bastante bien como gancho, pero, para ser un gancho, dura demasiado, es casi del tamaño de un bolsilibro y a pesar de su longitud, falla en crear una auténtica empatía con los personajes. Dante tiene un pase, pero su hijo y Dana son meros esbozos. Es algo que tiene su explicación mas adelante, pero que, tomado aisladamente, evita una auténtica conexión con los personajes. Todo tiene su razón de ser. Como ya he dicho, esta parte es bastante larga, aunque no llegue ni a un cuarto de la extensión total de la novela. Desarrollar a los personajes para que lleguen a importarnos algo requeriría incluir mas diálogos y profundizar en su pasado, lo que habría extendido la duración de lo que, a fin de cuentas, no es mas que un prologo a la de una novela completa, así que Quiroga tira de estereotipos perfectamente reconocibles en un centenar de películas de terror, el niño en peligro y la madre abnegada, esperando que el lector los asuma sin mas esfuerzo. Funciona hasta cierto punto.

Terminado el prólogo, empieza de verdad la novela. En sus capítulos, numerados en binario se nos describe un mundo en el que la posibilidad de cargar la personalidad en ordenadores cuánticos que generan paraísos virtuales a volcado la humanidad hacia la muerte. Entre la realidad, gris y anodina en el mejor de los casos y dura y cruel en el peor y la perfección de la vida simulada, el grueso de la población elige esta última. Se suceden los suicidios en masa, se trabaja solo para conseguir lo suficiente para pagarte un paraíso privado. Los servicios se colapsan, también la economía, excepto para la empresa que genera los paraísos privado y las religiones organizadas desatan la guerra contra ella. La descripción de este mundo y la narración de como se ha llegado a él es lo mas atractivo de la novela. Al igual que en “Los códices del apocalipsis”, a los que por cierto auto homenajea brevemente, Quiroga demuestra que se le da bien construir el entramado que sostiene a sus novelas. Sabe desarrollar una premisa hasta sus últimas consecuencias y no le da miedo documentarse para justificar sus especulaciones. La plasmación de sus elucubraciones en palabras es una tarea titánica, excesiva incluso.

Por ejemplo, en páginas grises, incluye un ensayo completo, supuestamente escrito por el protagonista, Dante Tejero, sobre los principios básicos de la tecnología que permite el traspaso de la conciencia a un ordenador, junto con disertaciones sobre matemáticas, la evolución, las religiones y casi cualquier otro tema que se ponga a tiro. No soy un lector habitual de ensayo. Me ha parecido mas o menos interesante, aunque he encontrado que tiende a repetir demasiado algunos conceptos, la machacona insistencia con las máquinas multinivel, por ejemplo. El caso es que interrumpe la lectura durante un buen puñado de páginas, no tiene consecuencias directas sobre lo narrado y mucho de su contenido ya ha sido explicado antes. ¿Cuál es entonces, el propósito de todo esto? Yo hice el esfuerzo de leerlas, a pesar de que su diferente color hace que sea fácil saltárselas y proseguir la lectura, cosa que incluso parece recomendar el autor a su principio. Si Elio Quiroga estaba orgulloso de haberlo escrito, debería haberlo incluido como apéndice al final y copiar a lo largo de la novela los fragmentos que encontrara relevantes para aportar información vital. Cada página debería sumar, pero estas restan, son anticlimáticas, despojan al relato de toda la emoción que se ha estado construyendo hasta entonces, en el peor momento posible.

La novela peca de una cierta desmesura, como si el autor estuviera tan orgulloso de cada una de las ideas que había tenido, que tuviera que incluirlas todas. Sobran páginas. Se da información innecesaria y, a veces, repetida. ¿Qué necesita había de conocer a los videntes encerrados en la mazmorras del vaticano? ¿Que función tienen en la historia, aparte de un segundo guiño, más explícito a “Los códices del apocalipsis”? La calidad de la escritura ha mejorado sensiblemente con respecto a esa novela, pero todavía muestra alguna debilidades. Algunos personajes, como el guardia suizo de las fuerzas especiales, siguen siguen sin ser relevantes ni aportar nada a la novela. Las motivaciones del villano guardan un sospechoso parecido con las del “malo” de “Los códices del apocalipsis”. Hay que tener cuidado de no repetirse. Durante el prefacio, cuando los personajes se llevan un susto, se insiste reiterativamente en lo terrible que es su miedo. Subrayar que el miedo que posee a los personajes es muy grande no significa que se transmita esa sensación de miedo al lector, todo lo contrario. Esa falta de sutileza se comunica al resto de la novela, Quiroga prefiere siempre explicar que mostrar y peca de apresuramiento. Salvo Dante, los personajes carecen de vida interna y algunos momentos parecen improvisados sobre la marcha.

Es bien sabido que la muerte de un personaje nos afecta mas si lo conocemos que si es un desconocido. Si los padres de Lara hubieran aparecido en algún momento antes de que esta pierda el contacto con ellos, si ya supiéramos lo fuertes que son sus lazos emocionales con ellos, su pérdida resultaría mucho mas emotiva. Este tipo de cosas no son de recibo en una novela, con lo largo que es el proceso de escritura y la de oportunidades de corregirlas que hay.

Lo mismo pasa con Dana, que no aparece hasta el final. Sabes que era maravillosa porque se nos repite que era maravillosa y que Dante sufrió mucho por su pérdida, porque así se nos dice. Su pérdida ha convertido a Dante en lo que es, pero no podemos comprenderla porque no sabemos nada de ella como persona. No hay ni un diálogo, ni un recuerdo conmovedor. No podemos sentir su pérdida No hay conexión emocional con ninguno de los personajes. Ni siquiera con Dante. Si bien es cierto que solventar estos problemas habría aumentado mucho la extensión de una novela ya de por sí amplia y que ignoro si este desapego hacia los personajes es buscado o no, pero si lo es, no es una opción narrativa con la que simpatice.

Un conocido del trabajo me ha comentado que lo que mas le ha gustado de la novela era su impredecibilidad. Según él, a medida que vayas leyendo una novela la encajas en ciertos moldes y te haces una idea de hacia donde esta progresando el argumento. En “Los que sueñan” no tenía ni idea de hacia donde iba a dirigirse la historia, pero estaba tan enganchado que eso no le importaba en absoluto. Parece un buen cumplido. A mi lo que mas me ha gustado a sido su complejidad. Sus múltiples registros, la complejidad de sus variados escenarios, su ambición temática. En su ambición, que no en las formas, me ha recordado ciertas obras de Víctor Conde, otro autor que parece pensar que una historia debe empezar con el fin del mundo y, a partir de ahí, ir subiendo de intensidad. Creo que Elio Quiroga ha echado el resto en esta novela, que ha volcado en palabras una parte gigantesca del total de sus intereses y conocimientos. El imperfecto resultado dista muchísimo de ser redondo, pero es terriblemente atractivo y es otra de esas ocasiones en que el premio Minotauro parece completamente merecido.

Quería acabar el post poniéndome pedante, pero no encuentro la cita que quería hacer. Me suena que era sobre “Moby Dick”. La cita decía algo así como que era una obra fallida, pero que magnífico fracaso.






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