“El tríptico de Dios” de Miquel Barceló y Pedro Jorge Romero




Guardo un recuerdo bastante bueno de “El otoño de las estrellas”, la anterior novela de estos mismos autores. La recuerdo como una novela corta, entretenida, que leí con agrado y que tenía un puñado de ideas buenas, aunque fallaba en un final que no estaba a la altura de las expectativas creadas y que reconozco que he olvidado por completo.

Tal vez conscientes de aquella limitación, Miquel Barceló y Pedro Jorge Romero optaron en esta ocasión por empezar por el final. “El tríptico de Dios” se compone de tres historias, cada una de las cuales transcurre antes que la anterior, unificadas por la presencia del demonio. Si, han leído ustedes bien, he escrito “el demonio” aunque él prefiere que le llamen “el adversario”, al menos en esta encarnación literaria. En la primera historia asistimos a una gran batalla espacial, en la que la flota de la iglesia católica intenta destruir un artefacto con el que el Adversario podría acabar con la humanidad, en la segunda asistimos a las dudas que suscitan en la curia la sustitución de un papa robótico por un humano de toda la vida, y en la tercera a una historia de pacto faústico que llevará a la destrucción de la Tierra.

El hecho de que la historia transcurra hacia atrás implica que no he escrito ningún spoiler.

Me resulta difícil clasificar este librito. La aparición del Adversario lo convertiría en una novela de fantasía, a pesar de sus toques de ciencia dura. Sus autores hablan de escribir la historia que les habría gustado leer y de que querían demostrar que en España se puede escribir la mejor “space opera”. Si esto último era su objetivo, me temo que han fracasado por completo. De la “space opera” uno espera escenarios grandiosos, toneladas de sentido de maravilla y emoción. La única de las historias que siquiera se aproxima a ello es la primera, y, aunque tiene algunas ideas buenas, le falta exotismo, espectacularidad y aliento épico. Aunque ya no soy un entendido, el mundo está lleno de mejores “space opera”

La segunda historia plantea algunos dilemas y reflexiones interesantes, pero fracasa en lo principal, contar algo. Planteamiento, nudo y desenlace brillan por su ausencia. Es un relato en el que, en el fondo, no pasa nada.

Y llegamos al final. Sería de esperar que el comienzo atase todos los cabos sueltos y que arrojara una nueva luz sobre los hechos anteriores, o posteriores, que lío, pero si es así, yo no lo veo, si bien reconozco que no soy muy brillante y las mas de las veces no entiendo nada de las novelas de Gene Wolfe. Aquí si ocurre algo, y es bastante entretenida, tiene uno o dos momentos muy buenos, aunque el clímax, que homenajea a los videojuegos o a las películas de terror, no estoy seguro, no acabe de funcionar y la apoteosis final-inicial, me deja frio.

Yo esperaba ver a los seres de supersimetría, que se mencionan una y otra vez pero nunca aparecen, o descubrir que el Adversario no era en realidad un ente sobrenatural ni un ángel caído, si no que tenía un origen físico y científico, pero lo mas que encuentro es alguna reflexión interesante sobre los mitos y la insinuación de que el protagonista de la tercera historia pueda haberse convertido en la voz que escuchaba el protagonista de la segunda y de la que no estoy nada seguro.

El Adversario siempre ha sido un personaje fascinante, y en este libro mantiene parte de su carisma y fascinación. El resto de los personajes son meros comparsas sin interés alguno. Sin ser ninguna maravilla, el libro está bastante bien escrito. No se mencionará en ningún manual de literatura, pero el estilo es ágil, nunca se hace farragoso, ni siquiera cuando trata de física avanzada o matemáticas. No hay redundancias, ni muletillas, no se subraya lo obvio ni se recurre a convencionalismos fáciles. Los diálogos son fluidos, la narración progresa a buen ritmo… se nota una voluntad por parte de los autores de hacer las cosas bien, tomándose el tiempo debido para repasar su labor. No me entiendan mal, nunca recomendaría esta obra exclusivamente por el placer estético que pueda derivarse de su lectura, pero su uso del lenguaje me ha parecido muy superior al de, por ejemplo, Angel Torres Quesada o José Antonio Suárez.

Su lectura, sin embargo, me ha sabido a poco. No sólo por su extensión, me lo leí yendo y viniendo del trabajo y tardé cuatro días, incompletos, sino porque no me ha aportado nada relevante y ya está empezando a desvanecerse de mis neuronas.

A los interesados, recomiendo que se abstengan de la versión impresa, la relación cantidad/precio es absurda y calidad/precio tampoco es muy allá. La versión electrónica, que es la mía, resulta mas ajustada.






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