“The gap” la space opera de Stephen R. Donaldson. (3) Valoración personal


Fuera del análisis de los principales personajes, hacer una valoración final resulta complejo. Antes que nada, dejemos una cosa clara, con sus altibajos y sus momentos mejores que otros, hay que reconocer que la saga resulta entretenida, de no serlo no habría podido terminarla. Los clímax de cada libro están bastante logrados, resultan emocionantes y consiguen que mas de cien páginas se devoren con facilidad.

Por otro lado, exclusivamente como ciencia ficción, la saga resulta decepcionante: solo tres ideas interesantes en toda la saga y únicamente una bien desarrollada. La acción transcurre íntegramente en el interior de naves y estaciones espaciales, así que no hay descripciones de fascinantes mundos alienígenas, ni de extrañas sociedades, humanas o no. Y de entre las ideas buenas, el desarrollo de la “gap sickness” es penoso. Sólo aparece una persona que la padezca en toda la serie, las tripulaciones cruzan continuamente el gap sin preocuparse nunca de que ésta pueda ser la vez en que alguno de ellos enloquezca, como si fuese un riesgo completamente inexistente.

En cuanto a lo literario... En la contraportada de las novelas de Stephen R. Donaldson que publicaba Acervo, se decía que sus mayores influencias eran Joseph Conrad, Henry James y Tolkien. Eso sería en sus novelas de fantasía , como autor de ciencia ficción, su mayor influencia, casi diría que su única influencia, son las películas y series de Star Trek: toda la acción transcurre en puentes de mando, en los que se dan tensas órdenes mientras se disparan torpedos y se intercambian mensajes con los capitanes de las naves enemigas, eso sí, por radio, sin televisiones de cuarenta pulgadas.

Peor aún, Donaldson comete todos los errores típicos de los escritores sin conocimientos científicos que escriben ciencia ficción. Sus personajes se ven obligados a ser ingeniosos y a dar soluciones brillantes a sus problemas, porque creen que esas son las reglas del género, aunque su falta de conocimiento les impida idear un solución ingeniosa a ellos mismos. Así que Stephen R. Donaldson hace que los personajes se empeñen en discusiones técnicas sin sentido que culminan en soluciones absurdas. La neutralización de un virus informático que aparece en Forbidden Knowledge es, sencillamente, delirante, como lo son todas las charlas sobre chips que discurren a lo largo de la saga.

Donaldson se pasa la vida informando con vaguedades del movimiento de las naves, con palabras como “a esta velocidad”, “con este ángulo”, “a esta distancia”, porque es incapaz de determinar con exactitud cuales serían (como si a alguien le importara la exactitud). Se inventa tecnologías nuevas como quien saca conejos del sombrero, para que sus héroes pueda usarlas como Deux ex machine que les saque del aprieto. Lo hace, por ejemplo con las granadas gravitatorias y los campos de fuerza. Juro por Dios que, en determinado momento, Angus Thermopyle descubre que posee nada menos que el equivalente a una capa de invisibilidad. Lo grave no es que sean tecnologías que puedan o no contradecir las leyes físicas, sino que nunca se las haya mencionado previamente, que sean recursos improvisados para salvar el día.

En vez de intentar aparentar ser el escritor que no es, Donaldson debería haberse centrado en la intriga y la aventura, que se le da bastante mejor. Incluso en los dilemas éticos.

A sus defectos como escritor de ciencia ficción, se suman otros como escritor, a secas. A lo largo de los libros hay decenas de conversaciones, completamente prescindibles, en las que los personajes se cuentan unos a otros lo que ya ha ocurrido en los libros precedentes, sin añadir una pizca de información nueva. Comprendo que aunque yo me los haya leído de corrido, originalmente los libros se publicaron con un intervalo de entre uno y dos años, pero no me trago que lo estén haciendo para resumir lo ocurrido hasta ahora, porque muchas de estas conversaciones tienen lugar cuando la trama de los libros está mas que avanzada. Son conversaciones totalmente prescindibles, que entorpecen y frenan la narración y solo sirven para aumentar el número de páginas. Paja.
 
(Sospecho que Donaldson las usaba para intentar aclararse a él mismo la trama y darse tiempo para pensar que es lo que iba a suceder a continuación. Nada que objetar, cada uno se las arregla como puede, pero ¿porqué narices incluirla?)

Otro defecto es que Donaldson abusa terriblemente de las muletillas. Determinadas frases, normalmente parte de un diálogo o, a veces, de un monólogo interno, rondan continuamente por las cabezas de sus protagonistas, repitiéndose una y otra vez. Es un recurso que a veces está bien, pero que pierde toda su potencia cuando la repetición lo vuelve rutinario y aquí ocurre. Además, también abusa de determinados verbos (lamentarse por ejemplo, los personajes se pasan la vida lamentándose y gimiendo, llevándose las manos al pecho y sufriendo dolores en el mismo). Esto empobrece la capacidad de expresión de su lenguaje. Es muy triste decirlo, pero Donaldson produce mejor impresión como escritor traducido, que leído en su idioma original.
 
En general, se toma demasiado en serio su obra. En este saga ha mejorado algo respecto a sus novelas de fantasía: hay algo de sentido del humor, o eso se pretende, pero en general predomina la grandilocuencia, no hay personaje con preocupaciones pequeñas, cada uno de ellos carga con el peso del mundo sobre sus hombros y la redención, los conflictos morales, los dilemas éticos, el deber y la responsabilidad no dejan espacio para nada mas.

Por último, es triste que el enemigo a batir sea Holt Fasner y no los Amnion, porque Holt Fasner apenas aparece por la serie y cuando lo hace no resulta demasiado intimidante, ni parece especialmente brillante: en pocas palabras, no da miedo. Si un héroe ha de medirse por la talla de sus enemigos, me temo que los héroes de “The gap” no pasarán a la historia de la literatura.

Todos estos defectos pesan en mi valoración final. La serie me ha entretenido, ha conseguido engancharme, a pesar de los pocos minutos que dedicaba habitualmente en su lectura, no me arrepiento del tiempo que he invertido en ella, pero, teniendo todo en cuenta, creo que los hispanolectores no nos hemos perdido gran cosa.

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