"Tormenta solar” de Arthurc C. Clarke y Stephen Baxter


Es esta una peculiar continuación de “El ojo del tiempo”. Lo digo porque “El ojo del tiempo” y “Tormenta solar” son completamente distintas. “El ojo del tiempo” consistía básicamente en la creación y exploración de un escenario, el parcheado mundo de Mir. “Tormenta solar” es una novela catastrofista. De por sí, no hay nada malo en ello, pero resulta un modo extraño de construir una saga. ¿Decidirían los autores unificar dos historias independientes para aprovechar el efecto reclamo de las sagas? Nadie puede decirlo con certeza.

Las dos novelas se unifican por el personaje de Bisesa, como ya quedaba insinuado al final de “El ojo del tiempo”. El problema es que Bisesa es un personaje muy poco importante en “Tormenta solar”. De los principales personajes, es el único que podría eliminarse por completo sin que por ello el argumento se resintiese.

Como su nombre indica, la novela empieza con una gravísima tormenta solar, de catastróficas dimensiones, pero sólo un preludio del acontecimiento de extinción masiva que tendrá lugar unos años más tarde. En ese comienzo, los autores hacen un gran trabajo exponiendo las posibles consecuencias de una tormenta solar de tal magnitud y las interrelaciones que existen entre las formas de vida que pueblan la Tierra y el astro rey, algunas no tan evidentes como parece. No lo harán también en otras partes de la novela. Hay varios interludios en los que se explica el comportamiento interno de una estrella, que no resultan de fácil comprensión. Baxter y Clarke parecen divididos entre el miedo a resultar aburridos, dando demasiados detalles y el miedo a no resultar atractivos literariamente. La consecuencia de esta huida del didactismo es que resultan vagos e imprecisos y que no consiguen hacer comprensibles los conceptos que manejan a un lector lego en la materia.

Después del inicio vienen los esfuerzos para salvar a la humanidad, embarcándose en titánicos proyectos, el fundamental la construcción de un inmenso escudo, de diámetro superior al de la Tierra. Toda la parte central adolece de un grave problema: la absoluta falta de empatía que despiertan sus personajes. Son tan esquemáticos que no hay modo de sentir la menor simpatía o preocupación por su suerte. Son meros vehículos para exponer los proyectos de salvamento de la humanidad, hasta tal punto que los mejores momentos de los secundarios sean cuando alguno muere, pues las escenas de muerte están bien narradas, al contrario que en las que participaban cuando estaban vivos.

Durante toda la parte central, es la ciencia la que tira del relato, no la ficción. Uno sigue leyendo porque está fascinado por las ingentes obras de ingeniería, por el espacio exterior, por las estrellas y por el reto que afrontan los protagonistas, pero no por los protagonistas en sí mismos.

La cosa mejora mucho en el clímax final, cuando la catástrofe se abate sobre la Tierra. Esta parte si que es emocionante y si que captura la atención del lector. Ominosa al principio, luego aterradora, trágica y épica a partes iguales, da la sensación de que esta era realmente la historia que los autores querían contar y que el resto de la novela haya sido un compromiso ineludible.

Recomendable para los amantes del cine de Roland Emmerich y del cine de catástrofes en general, al que se hace un divertido guiño en el epílogo. Para los demás lectores, una novela entretenida y desigual, con algunas partes brillantes, de no ser por las cuales diría que se lee tan fácilmente como se olvida.

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