“La guerra de Caliban” de James S. A. Corey

Acabo de terminarme la segunda entrega de la serie de novelas en las que se basa la serie de televisión “The Expanse”. En esta ocasión ya he visto la serie, así que ahora si puedo comparar. El show televisivo me parece, por lo que he visto, un producto muy solvente, realizado con mas profesionalidad que garra, con un arranque demasiado pausado, incluso lento, que va mejorando conforme coge velocidad.

Habiendo leído “El despertar del Leviatán”, algunos capítulo de la primera temporada se me hicieron aburridos, me costaba trabajo creerme que fueran a estirar durante cuarenta minutos o incluso ochenta, acontecimientos que en el libro se habían resuelto en un capítulo, por no hablar del personaje de la política que no pinta nada en toda la serie, salvo consumir metraje. Pero los primeros cinco de la segunda temporada, me parecieron excelentes.

Yendo a lo que vamos, que es la novela, se trata de literatura palomitera, pensada para pasar un rato entretenido, del mismo modo que lo era su predecesora. Al reparto original se añaden un botánico que busca a su hija desaparecida, una marine atormentada por la pérdida de sus compañeros y ¡oh sorpresa! una política intrigante y manipuladora. Todos ellos están bien definidos y caracterizados, lo que no quita que sean meros estereotipos, ni los autores ni su público están interesados en la profundidad psicológica.

Un caso que me ha resultado chocante es el de la política, Chrisjen Avasarala, que en la serie de televisión es interpretado por la actriz Shohreh Aghdashioo (lo que me ha costado escribirlo) En el libro es descrita como una malhablada que se comporta con el tacto de un elefante en una cacharrería, mientras que la interpretación de la actriz dota al personaje de una elegancia y un autocontrol que, a mi juicio, lo hacen muy superior.

Como ya dije en mi reseña de “El despertar del Leviatán” los autores no se proponen más que entretener y lo consiguen, con lo que, si a la hora de evaluar una novela, hubiera que valorar hasta que punto los autores logran sus objetivos, habría que darles un sobresaliente. Sin embargo, yo al menos, he disfrutado algo menos de esta secuela. A continuación hago una lista de los motivos:

El síndrome de las segundas partes: no sé si serán cosas de la edad, cuando era adolescente no me pasaba, es más, me encantaban las novelas que transcurrían en un mismo universo, precisamente porque transcurrían en un mismo universo y me agradaba volver a visitarlo y quería aprender todo lo posible sobre el mismo. Ahora en cambio, cuando tropiezo con una segunda parte, noto que parte del atractivo ha desaparecido con la novedad. Me ocurrió con “Luna de lobos” y me ha vuelto a ocurrir con “La guerra de Calibán”.

Excesiva fidelidad a la fórmula del éxito: parece que los autores tuvieron mucho éxito con la primera novela y han optado por no arriesgarse, calcando, punto por punto, la estructura de la misma. “El despertar del Leviatán” empezaba con un prólogo a cargo de un personaje que no volverá a tener capítulos propios en todo el libro y que termina con un susto de película de terror. “La guerra de Calibán” también. La búsqueda de ese personaje vertebra parte de la novela. En “La guerra de Calibán” también. En ambas novelas, hacia la mitad todos los personajes confluyen y acaban con una gran batalla.

La ausencia de novedades: cuando la protomolécula convirtió Venus en su reino particular, se crearon unas enormes expectativas que “La guerra de Calibán” no satisface. La amenaza de Venus está siempre presente en el libro, pero es una amenaza que no llega a materializarse. Si no fuera por su epílogo, esta parte del universo de la saga quedaría en exactamente el mismo estado que en la novela anterior. Los personajes corren como pollos sin cabeza de un rincón a otro del sistema solar, la humanidad se mete en nuevas guerras y hay nuevas batallas, pero la supertrama de la serie está a punto de no avanzar en absoluto. Me he quedado con la sensación de ver un episodio de relleno en una serie de televisión.

Excesivo sentimentalismo o dicho de otro modo: Manolete, ¿si no sabes torear pa que te metes? Esto es un entretenimiento, como ya he dicho, nadie espera que haya momentos de profundidad psicológica, o de gran intensidad dramática. Sin embargo, parece que los autores lo intentan y, como era de esperar, la cagan. Las conversaciones en las que los protagonistas comparten sus sentimientos entre sí, son patéticas, por lo falsas y amaneradas. He leído que muchos de los seguidores de las novelas no aguantan al personaje de Holden. A mí no me ocurrió en la anterior entrega, pero empiezo a comprenderlo. Analicémosle paso a paso. En esta novela, Holden teme que se está convirtiendo en un nuevo Miller, el policía coprotagonista de la anterior. ¿Cómo lo sabemos? ¡POR QUE NO PARA DE DECIRLO! Lo repite una y otra vez, en cada uno de sus capítulos. Además, lanza grititos en los momentos de estrés emocional y, resumiendo, sobreactua mucho. Sus compañeros de tripulación parece que sólo piensan en él, y se pasan la novela ejerciendo de capellanes y psiquiatras para que él se explaye y desahogue y, si lo examinas con lupa, todos sus problemas amorosos con Naomi son absurdos y dejan el personaje de ella muy mal parado.

Las nuevas adquisiciones Avasarala y Bobbie Draper funcionan mejor, porque son personajes diseñados con más carácter, pero sigue sonando muy falso cuando explican sus sentimientos.

Y por último: un clímax muy mal ejecutado. Casi toda la novela está llevada con un sentido del ritmo muy cuidado y medido, para que el interés del lector vaya creciendo, pero los autores la cagan justo al final. Sin entrar en detalles, diré que los personajes se van separando, uno a uno, para hacer algo heroico y suicida, que cada vez que uno se separa lo seguimos, hasta que resulta triunfante con diferentes grados de dificultad y entonces continuamos con el resto del grupo. Los autores no son capaces de sostener todos los platos en el aire a la vez, las fragmentaciones, en vez de sumar, restan, y hacen que el relato pierda emoción en el momento más inoportuno.

En su momento consideré “El despertar del Leviatán” un soplo de viento fresco que venía a alborotar las aguas del pantano, cada vez más aburrido, en el que se estaba convirtiendo la Space opera. Aunque entretenido, “La guerra de Calibán” ha enfriado considerablemente mi entusiasmo. No tanto como para abandonar la lectura de la serie, pero si como para dicha decisión dependa del tercer volumen.

Otra opinión:

dreamsofelvex

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