“Las esferas de cristal” de David Brin


Pocas veces he recibido con tanta alegría y expectación la publicación de un libro como con esta antología. En estos tiempos en los que prácticamente ya conoces en Enero lo que todas las editoriales tienen previsto publicar a lo largo de todo el año, la aparición de este libro me pilló completamente desprevenido. Y para colmo, se trataba de David Brin, el que fuera durante mucho tiempo mi autor favorito. Todo hay que decirlo, también recibí la noticia con un poquito de inquietud. Han pasado muchos años desde la publicación de “Gentes de barro”. Para ser concretos, ha pasado una década y media. En todo ese tiempo no he vuelto a leer a David Brin. Ya no soy la misma persona que era en aquel entonces y mis gustos han cambiado conmigo. Libros de autores que en su día idolatré, se me caen ahora de las manos. Me ha pasado, por ejemplo con Philip José Farmer y con Orson Scott Card. Y, con todo el dolor de mi corazón de fan, debo reconocer que las últimas obras de David Brin sufrían de un grave caso de paginitis aguda, en fase terminal.

Afortunadamente, mis temores han resultado infundados y David Brin parece arreglárselas perfectamente en el formato corto. Cierto que abusa mucho del mismo tipo de construcción, estructurar el relato a partir de fragmentos narrados desde diferentes puntos de vista, que se combinan como un rompecabezas, hasta que todo encaja, justo en el momento de poner fin al relato. El caso en que resulta más evidente esta técnica es “Pez pulmonado”, aunque, con matices (dos puntos de vista, dos líneas temporales...), la usa en casi todos.

Varios de los cuentos tratan el tema de la paradoja de Fermi, “Las esferas de Cristal”, “Pez pulmonado”, e incluso “Sentidos tres y seis”, aunque en este último no quede claro, al ciento por ciento, si los recuerdos del protagonista son reales. El tema del contacto con extraterrestre también aparece, de modo irónico y peculiar en “Chitón” y “Aquellos ojos”.

Aunque se trata de un volumen muy equilibrado, existen algunos altibajos, como es inevitable. “El rio del tiempo” y “Las esferas de cristal” me parecen relatos excelentes y maravillosos, utilizando este último adjetivo en el sentido en que solemos usarlo los aficionados a la ciencia ficción. “Un nivel de memoria”, protagonizado por una antigua estrella del teatro, adicta a drogas que estimulan la memoria, es el relato más tristes y desolador del volumen. Si tuviera algunos bucles menos, sería una obra maestra. “La epidemia de la generosidad”, “Pez pulmonado” y “Sentidos tres y seis”, por subjetivo orden descendente de interés, son también relatos muy buenos, aunque no tan redondos. Personalmente, encuentro la premisa de “La epidemia de la generosidad” demasiado inverosímil, pero el modo en que la desarrolla es brillante.

“Chitón”, “Esos ojos” y “Semáforo rojo” son relatos más cortos que los demás, dominados por la ironía. Supongo que no pasan de ser divertimentos menores, aunque “Chitón” me ha encantado (y podría verse como una historia de la elevación, en un universo paralelo), de “Semáforo rojo” (uno de los más flojos) me ha gustado mucho como en la última página baja de las estrellas a la vida diaria y convierte una anécdota sobre un posible medio de propulsión ínter-estelar en una reflexión sobre el comportamiento de la juventud. De “Esos ojos”, me fascina más la parte de realidad que se intuye en el cuento que la de ficción, encuentro más interesante el relato de lo que debieron ser esas largas conversaciones nocturnas en un programa de radio en el que un científico respondía llamadas de chalados de los ovnis que las tribulaciones de esos alienígenas bromistas que comparten nuestro planeta con nosotros.

“La guardería del doctor Pak” es una acertada y dramática satira sobe la obsesión de los padres por la “mejora y enriquecimiento de los hijos”. Además, describe de un modo que, desde mi desconocimiento, me parece muy acertado, el conflicto entre las tradiciones japonesas y el mundo moderno, sin embargo un final que encuentro demasiado “peliculero” o fantasioso, estropea lo que de otro modo podría haber sido un gran relato.

“NatuVida TM” es un relato sobre la realidad virtual, agradable de leer con algunas ideas interesantes.

La demostración del dicho de que para gustos colores se ejemplifica en que las dos historias favoritas del editor (supongo) son las que menos me han gustado, a saber “París todo lo puede” y “Vida al límite”.

“París todo lo puede” cuenta las experiencias de Julio Verne, durante la invasión marciana de “La guerra de los mundos” de H. G Wells. Creo que los pastiches de “La guerra de los mundos” se están convirtiendo en un género propio, como ya lo ha hecho Sherlock Holmes. Es entretenido, pero no lo encuentro a la altura del resto del libro. Además, si interpreto bien la introducción, en realidad lo escribió Gregory Benford.

“Vida al límite” satiriza muy bien algunas obsesiones actuales, los hobbies, la súper conexión cultural, los grupos de opinión... Efectivamente, se puede considerar la primera historia de la elevación, y acabó formando parte de la novela “Existence”

Y he guardado para el final el relato que más me ha impactado: “Detritus afectados”. No digo que sea el mejor, digo que es el que más poso ha dejado en mi mente y más tiempo me costará borrarlo de ella. Es un relato muy atípico para su autor y no creo que pueda considerárselo un cuento de ciencia ficción, ni que se le pueda etiquetar en ningún género. Un grupo de arqueólogos escava un vertedero de San Francisco. Encuentran los restos de un ser humano. Y luego otro, y otro. Los esqueletos se van acumulando y se exploran sucesivamente todas las explicaciones posibles, que van siendo descartados por el tremendo volumen de los restos. Inquietante, extraño, perturbador, ni siquiera ofrece el consuelo de una explicación o un desenlace tranquilizador.
En fin, en líneas generales, una antología excelente. Mi reencuentro con David Brin ha sido muy feliz. Espero que alguna editorial tome ejemplo y publique “Existence”. Entretanto, me voy a agenciar la antología “Hitler victorioso”, que contiene el relato “Thor se enfrenta al capitán América”.

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